Frases de San Agustín
Notas biográficas
Considerado por muchos estudiosos como la figura más importante de la antigua iglesia occidental, San Agustín nació en Tagaste, en África del Norte. Antes de convertirse al cristianismo, compartió diferentes pensamientos filosóficos: después de unos años como maniqueo se acercó a las posiciones más escépticas de los filósofos académicos, para unirse después al neoplatonismo. Su adolescencia fue inquieta en los principios y las costumbres pero, con su llegada a Milán en 383, Agustín conoció a San Ambrosio. Su encuentro resultó ser un momento decisivo para su camino de fe: fue bautizado por Ambrosio en 387.
Cuando regresó a casa poco después de su conversión, Agustín llevó junto a algunos amigos una vida ascética, dedicados a Dios y al estudio de las Escrituras. Fue ordenado sacerdote en el año 391, y luego obtuvo el nombramiento de obispo de Hipona en 396, cargo que ocupó hasta su muerte. Sus obras teológicas, místicas, filosóficas y polémicas - estas últimas reflejan la intensa lucha de Agustín contra las herejías - todavía se estudian.
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“Hasta la misma ignorancia y la estupidez se cubren con el nombre de sencillez e inocencia.”
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“Angosta es la casa de mi alma para que vengas a ella: sea ensanchada por ti. Ruinosa está: repárala.”
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“Alabarán al Señor quienes lo buscan, pues si lo buscan lo habrán de encontrar, y si lo encuentran lo habrán de alabar. Haz pues, Señor, que yo te busque y te invoque; y que te invoque creyendo en ti, pues ya he escuchado tu predicación. Te invoca mi fe. Esa fe que tú me has dado, que infundiste en mi alma por la humanidad de tu Hijo, por el...” (continúa)(seguir leyendo)
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